lunes, 15 de noviembre de 2010

Lo que significa un hijo

Mi hija hace unas noches, acurrucada a mi lado me preguntó qué significaba tener un hijo. O más explícitamente qué se sentía y cómo cambiaba la vida cuando se tenía un hijo.


En ese momento respondí con un cliché: “No sabrás lo que significa tener un hijo hasta que lo tengas”
Pero pronto me di cuenta que eso no era totalmente cierto.


Un hijo significa muchas cosas a lo largo de nuestras vidas. Muchas cosas. Y los significados van cambiando de acuerdo al momento y las circunstancias. Sólo hay un punto en el que se produce lo que es supongo, la última trasformación de ese significado. Y allí es cuando realmente para conocerlo, hace falta tener un hijo...


Me explico mejor:


Cuando era muy joven un hijo para mi representaba sólo preguntas. Era un temor: “¿Seré buena madre?” “¿Podré quererlo aun cuando llore, grite o se comporte mal?” “¿Dolerá mucho tenerlo?”


Ya algo más adulta, para mi un hijo era algo bonito. Un trozo de carne que olía rico. Que despertaba tiernos instintos. Que podía vestir a satisfacción. Un juguete costoso con el que un día podría lucirme frente a otras madres.


Poco antes de casarme, un hijo era una filosofía. Una forma de vivir. Yo sabía qué educación le daría. Qué límites impodría. Cómo lo manejaria. Y hasta me permití varias veces aleccionar a otras madres desde mi punto de vista...


Ya casada, un hijo pasó a significar etapa. Si... Una etapa que debía ser cumplida. Pues la norma suponía que si  fuimos novios, nos casamos, lo que sigue es tener un hijo. Y como el significado era ése, pues el hijo fue debidamente programado. Desde el momento de la ovulación, hasta el día de la fertilización. Y ese era el significado para entonces: Planificación...


Al planificarlo y no lograrlo de inmediato, un hijo pasó a significar angustia: “¿Será que no podré tenerlo?” Pero muy pronto el significado varió y se adecuó a las circnunstancias. Entonces un hijo significaba algo que podía o no podía ser: Es decirm  dado que ninguna mujer deja de ser mujer si el ramaje profundo de su ser no florece, daba igual si llegaba o no llegaba. Con frutos o sin ellos, un árbol siempre siempre será un árbol...


Al quedar embarazada un hijo pasó a ser el gran enigma de la vida. Una emocionante incertidumbre: “¿Será hembra o varón?” “¿Estará todo bien?” “¿Nacerá completo y sin problemas?” “¿A quién se parecerá?” “¿Tendrá mis ojos?”


A medida que la barriga se exitiende, un hijo significa trabajo. Es un “nido” que hay que formar: “¿Qué nombre le pondré?” “¿Cómo decoraré su cuarto?” “¿Será prudente que duerma conmigo unos meses o no?” “¿Cuántos pañales conviene comprar y de qué tamaño?” “¿Tendré la canastilla lista y a tiempo?” “¿A qué pediatra le confiaré mi hijo?” “¿Cómo sabré si estoy haciendo lo correcto?”...


El mismo día de su nacimiento un hijo significa dolor. Mucho dolor.: “Oh dios, qué viene ahora?” “¿Cuánto más dolerá?” “Cuánto durará esto?” “¿Podré llegar al final?”


Cuando ese trozo de carne cubierto de moco y sangre sale fuera y llora, un hijo pasa a significar vacío. Nos arrebataron algo que estaba dentro...


Cuando todo se calma, el vacío pasa a significar melancolía. Ya no habrá barriga que la gente quiera tocar. Ya nada se moverá en el  interior causando asombros y sonrisas...


Finalmente, cuando el hijo es formalmente presentado. Y lo tomamos en brazos. Y lo acercamos al seno. Un hijo significa un milagro. Al verlo succionar la leche del  pecho, nos sentimos dioses con poder de  vida...


Al llevarnos el hijo a la casa y comenzar a vivir con él, adquiere entonces su significado definitivo.


El día que mi hija nació mi padre me dio la clave cuando me dijo que a partir de ese momento yo sabría realmente lo que es “un goce sublime y un dolor desgarrador “


Nada más cierto. Desde hace trece años mi hija significa un goce casi imposible de definir. Pero también un dolor lacerante que me acompaña siempre.


Porque un hijo duele cuando llora. Cuando se enferma. Cuando se equivoca. Cuando lo lastiman. Cuando no le corresponden. Duele cuando se golpea o se cae. Cuando las cosas no le salen bien. Cuando tiene fiebre. Cuando vomita. Cuando se enfada. Cuando no puede sonreir. Cuando no nos escucha.


Pero al mismo tiempo ¡Qué placer infinito e innenarrable pueden llegar a brindar!


Un goce cálido, sublime, único. Sólo con ver su carita sonriendo, el cuerpo se nos crispa de placer. Cuando podemos sentir sus manos. Cuando vemos en sus ojos inquietos el anhelo por un gesto de aprobación. Cuando cumplen una meta. Cuando llenos de satisfacción nos muestran un logro. Cuando juegan. Cuando vencen obstáculos. Cuando aprenden. Cuando crecen...


Desde el día que llevé mi hija a casa , ella no ha dejado de ser para mi el goce más infinito y el más profundo de los dolores.


Y así será por siempre. Mientras mis ojos puedan ver y mi piel sentir no dejaré de sufrir con ella y jamás podré no llenarme de regocijo a su lado.


El significado de un hijo cambia. Y sólo se estaciona cuando ya está en nuestras vidas.


Una cosa si afirmo: Nunca cambiaria ni un minuto de mi dolor a su lado. Eso me hace sentir viva. Y con cada lágrima espero anhelante el momento glorioso del goce que va a brindarme. A su lado  las penas duermen en mi alma y las alegrias crecen en mis vísceras. Eso significa para mi un hijo ahora: Los extremos de la existencia, principio y fin de la vida misma. ...


Aida Beccaria

miércoles, 28 de julio de 2010

Para entender el rídiculo de hoy
conviene remitirse a la moda de ayer...


Aida Beccaria

sábado, 19 de junio de 2010

A los padres en su día

A los que están y los que se han ido.


A los que se levantan de madrugada a espantar los malos sueños de sus pequeños y no tan pequeños...

A los que cómplices dejan a sus hijos "subirse un rato" a la cama para conjurar los miedos.

A los que luchan día a día para darle sus hijos lo mejor a su alcalnce

A los que acariciaron la barriga de su mujer y le hablaron. ... Ver más

A los que la acompañaron a hacerse los ecos.

A los que no encontraban cómo expresar su júbilo cuando sus hijos nacieron.

A los que en cada reunión o evento relatan orgullosos los grandes logros de sus hijos.

A los que son capaces de entender que un hijo está por encima de cualquier relación o circunstancia.

A los que asistieron a todos los actos colegiales de sus pequeños, sientiendo que presenciaban una puesta en escena en La Scala de Milán...

A los que llevan al cine a sus hijos y disfrutan esa película olvidando la propia edad e integrándose a la edad de sus pequeños.

A los que exigen respeto a sus hijos e imponen normas para forjar su caracter y hacerlos hombres de bien.

A los que se preocupan en dar el buen ejemplo, particularmente sobre aquello que predican.

A los que se quedan despiertos hasta escuchar que todos los hijos están en casa sanos y salvos.

A los que se levantaron de madrugada cuantas veces fue necesario para un tratamiento o un consuelo.

A los que responden las preguntas e inquietudes de sus hijos.

A los que abren sus brazos como soles para recibir a sus crios en un cálido abrazo.

A los que saberse abuelos los emociona tanto como cuando se supieron padres.

A los que ponen el hombro para recostar la cabeza del hijo.

A los que juran que "mientras vivas bajo este techo nada te faltará".

A los que no dejan de ser padres porque los hijos hayan crecido.

A los que enseñan a sus hijos el valor de un padre, honrando y respetando al propio.

Al que cura con devoción el alma herida de un hijo sin pedir nada a cambio y sin un "te lo dije"

Al que lleva la fotografia es su billetera

Al que al lado de la madre pone el pecho a cualquier viscitud y pródiga el mismo amor al sano o al enfermo.

Al que no pone condiciones para amar a sus hijos

Al que pasó la vida entera echando emocionado cuentos a sus hijos sobre la infancia de ellos.

A los que apoyaron sueños

A los que acompañaron en la vida

A los que están vivamente presentes en la mente y en el alma de los hijos aun no estando ya entre ellos

A los que soportaron malas caras y malos ratos con un suspiro paternal...

A todos ellos, en especial a mi padre que fue esto y más

Feliz día del padre.

Aida Beccaria

jueves, 22 de abril de 2010

La Metamorfosis



Cuando él se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró convertido en un ser monstruoso. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado. Sus piernas, ridículamente peludas en comparación con el resto de su tamaño, le temblaban ante sus ojos.
"¿Qué me ha ocurrido?" -pensó-
 
 ¡El insecto se había convertido en un espantoso hombre!


Aida Beccaria

domingo, 14 de febrero de 2010

Francamente... no me importa

No me importa lo que gente alguna piense de mi.
Ni lo que tuvo a bien opinar mi madre.
Ni lo que habló mi padre.
Ni lo que masculle mi pareja.


No me interesa si lucho el dinero para luego derrocharlo
o si por el contrario, lo pierdo sin siquiera ganarlo.
No me ciegan mis aciertos.
No me deprimen mis errores.

Poco caso le hago a las normas
y a mis amigos,
cuanto más callados y discretos,
más los aprecio y valoro.

El criterio de mis hijos
no transforma mi cerebro.
Y ninguna marca dejan en mi alma
críticas o halagos.

No me importan las opiniones que sobre mí
emitan doctorados profesores
ni lo que tengan a bien
repicar ignorantes analfabetas.

No me duelen mis arrugas.
No me enorgullecen mis años
No lloro por pasado errores
No me asustan futuros dolores.

Lo único que en mi produce pavor
y por lo único que siempre me preocuparé
es por el juicio
que sobre mi persona
pueda yo emitir...
¡Porque me amo más allá de cualquier frontera
y sólo a mi propio desamor le temo!


Aida Beccaria