viernes, 16 de diciembre de 2011

Jugar a la verdad

Ayer fue un día de revelaciones...Les explico: Hace muchos años, en Caracas, mi hija, entonces de 5 añitos,tuvo su primer amor. Ese amor que juega a la franqueza sin miedo y sin complejos. Era un compañerito de clase que abiertamente le manifestaba a mi pequeña sus sentimientos. Cuando ese niño me veía llegar a buscarla, salía corriendo a mi encuentro. Y mostrándome el mejor carro que estuviera estacionado en la calle me decía: "Yo voy un día a regalarle a ella un carro de ésos que le gusta. Ella es una reina y se lo voy a dar". Yo sonreía y lo abrazaba y le dec+ia: "Gracias por quererla así" Como todo gran amor infantil, dio su fogonazo final el día que cambiamos a la nena de colegio. Y desde entonces, nada más se supo de aquel dulce galán de lentes y pecas. Pasó la vida y llega la "chiquitita" a los 15 años. Despertando al mundo de la "mujer". Yo me había propuesto desde que la llevaba en la barriga, enseñarle a no ser banal. Poniendo empeño en lograr que las cosas superficiales no fuesen su prioridad. Y en esa lucha he buscado incluir algo tan elemental, que por elemental, la mayoría pasa por alto: Ser uno mismo, bajo cualquier circunstancia, sin jugar a ser nadie más y sin sentir pena o bochorno de lo que se es. Los jóvenes se imponen entre si, tomando decisiones no porque consideren que es el momento, sino por la presión de "no ser menos". Así beben, tienen sexo y hacen cosas sin estar fisica y emocionalmente listos. Trabajé mucho en ese sentido. Mi interés era que mi hija se diera su tiempo para cualquier decisión. Y que cuando la ejecutase, en realidad fuese porque hacía sentía ella que debía ser y no porque su mejor amiga se burlase por "no haberlo hecho aún". Floreció la ilusión. El jueguito del amor. Y las hormonas alborotaban y exaltaban las emociones. Pero mi hija cuando fue precisada para tener relaciones, habló. Dijo "no estoy lista". Esa relación no fue a ninguna parte. Así que mi hija agradeció no haber cedido. Pasó poco tiempo cuando conoce a un joven de su edad. Primero amigos. Luego novios. Mi hija, sentía que se encontraba en una transición. Pero aún no estaba lista. Quería ir a su propio ritmo. En un momento de intimidad, mi hija me confesó que le dolía mucho este cambio. Que dejar de ser niña le producía una angustia en el pecho que hasta le quitaba el aire. Que ella entendía que no tenia edad para una relación con entrega física incluida, pero que lo que sentía era tan fuerte que no sabía cómo manejarlo. Le dije que lo hablara con el chico. Que no se tragara sus emociones. QUe si estaban formando una relación, la sinceridad y la comprensión debían manifestarse. Me hizo caso y luego me contó el momento: "Mami, como en las películas él me tomó por la barbilla y me dio un beso y me dijo que comprendía y que esperaría hasta que yo estuviera lista. Y yo sentí que mi corazón se salía del pecho" Pasaron los años. Los muchachos siguieron su relación. Ella y él (gracias a Dios un joven formado en los mismos principio que mi esposo y yo sembramos en nuestra hija) decidieron crecer juntos. Y un día ocurrió aquello tanto tiempo postergado. Y de nuevo sucedió que todo fue para bien. Se integraron aun más. Desde el principio los chicos jugaron a la verdad.Respetándose a si mismos. Y verdad en lo que compete a la relación estoy cada día más convencida que hay que dejar que las cosas lleguen sin apurarlas Así como cuando nuestra chiquita abandonó los pañales porque ella quería hacerlo y no porque la obligáramos. Así como cuando lanzó el chupón por la ventana porque no quería más usarlo y no porque a mi me pareciera que estaba grande para tenerlo. Así como durmió a nuestro lado hasta que le dio la gana y ella sola escogió el día en el que comenzó a dormir en su habitación. Habitación que ahora ama y arregla y cuida a su gusto. Hoy , diez años después de esa conversación, los muchachos, aún juntos, están programando su matrimonio. Ambos se graduaron. Ambos se insertron en sus respectivos campos de trabajo. Se han apoyado entre si. Y lo más vslioso: Han crecido juntos. Construen sus mañanas juntos. Convengan conmigo en reconocer que, con los tiempos que corren, esto es casi un fenómeno. Pero yo se, positivamente que la clave estuvo siempre en sembrar en mi hija la conciencia de escucharse a si misma. Y no ceder a presiones sociales. Sólo su juicio y su conciencia. No la "visión " de otros. Así me educaron a mi. Jamás escuché a nadie sino me escuchaba primero a mi misma. Y cuando nación mi hija continué escuchándome a mi en primer lugar. No me importó si el hijo de mi vecino hacía sus necesidades solo desde los dos años, o si al bebé de mi comadre le fue eliminado el chupón a los tres meses. La psicologia moderna y los comentarios del "gran daño que le haces a tu hija" porque le permites dormir abrazada a su padre o a mi por ejemplo, los dejé correr como agua de rio. Y el resultado es que años después estos muchachos siguen juntos, demostrando al mundo el valor y fuerza de sus sentimientos. Tienen metas, sueños, anhelos, y no los abortan porque esté a punto de casarse. Al contrario, en sociedad se abren paso. Cuando veo cómo estos muchachos conducen su vida, entiendo que hice un buen trabajo. Los muchachos saben lo rico que se siente dormir sin tener que recordar mentiras, sin tener que jugar papeles. Cuando la vida se construye con verdades y siendo fieles a nosotros mismos se gana en crecimiento, paz y evolución. Y así. Al contarme los chicos cómo va la construcción de lo que será la casa de ambos. Y mostrarme los proyectos, y organizando preparativos, llegó la gran revelación: Educar a los hijos con principios y bases sólidas y enseñarles que esos principios y esas bases no pueden quebrantarse porque otros consideren que así debe ser. Ahora a vivir esta nueva etapa con ellos. Como testigo de una familia que inicia a conformarse. Estoy feliz de haberme escuchado siempre...