lunes, 19 de diciembre de 2011



Las cicatrices de un hogar...

Ayer fui de visita al lugar donde viví prácticamente toda mi vida.
La casa que mis padres compraron siendo yo muy niña y en la que pasé 40 años de mi existencia...

Cuando la vendí hace un tiempo, sufrí mucho al abandonarla. Revisé cada marca, cada línea de la pared "esto fue cuando cumpliste dos años -le dije a mi hija un día- tu papi y yo marcamos tu estatura aquí. Y esta otra es de cuando cumpliste cuatro años..."
La casa estaba llena de "marcas" como ésas.
Puertas, ventanas, pisos, paredes, muebles... todo contaba una historia.

Pero ahora el apartamento está impecable. Los muebles de la cocina con nueva chapilla de madera brillante, lustroso e inmaculado acero inoxidable y costoso mármol. En donde había ladrillitos decorativos llenos de rasguños de las patas de los perros y creyones lavados con la obras de arte de mi pequeña, ahora había piedra tallada.
Las paredes lijadas, pintadas. Todo impecable. Tan impecable que daba lástima pisar una alfombra o sentarse en los muebles…

Ah -pensé- esto no es un hogar, es un prospecto de una revista de decoraciones...

Un hogar para que sepa a hogar tiene que tener cicatrices.
Historias que contarles a los demás.
Por ejemplo, yo conservo en mi cocina un rodilllo de amasar que mi hermano pintó hace más de 30 años en la escuela para mi madre.
Y ese rodillo ha decorado las paredes de la cocina desde entonces y con él muchas tortas y galletas preparé yo a mi hija. Y cada vez que lo uso recuerdo el día en el que, orgulloso, un lindo niño lleno de pecas lo exhibia como un trofeo "para mamá".
El rodillo está lleno de marcas. Hay sitios en los que se le cayó un poco la pintura. Pero allí está. Hermoso, vistiendo mi cocina y ayudando a hacer más dulce la vida de mi hija...
Cuando mi hermano vino un día de visita a la casa se sorprendió al ver que aun existía y estaba en uso ese rodillo y procedió a contarle muy entusiasmado a sus hijas, ahora señoritas, que ese rodillo lo había pintado él en el colegio...

Mi casa, la de ahora, tiene marcas de la familia anterior y tiene las marcas que estamos dejando nosotros. Yo limpio mi casa, y la arreglo con infinito amor. Pero no enloquezco si se hace una raya en el pavimento o se le cae la pintura a la pata de un mueble. Al contrario, son esas cosas lo que hacen de una casa bien arreglada "un cálido hogar".

Mi hija de tan solo 12 años lloró mucho porque "habían destrozado su antigua casa" cuando técnicamente lo habían "embellecido”...
Y fueron precisamente esas lágrimas las que me inspiraron a escribir esto. Porque se que más de uno sufre cuando se rompe una porcelana o se mancha una olla esmaltada...
¡No nada de eso!
Hay que vivir cada marca. Esa es la inequívoca señal que allí existe una familia, que allí se forjan vidas.
Es como la arruga en la cara, la estría en la barriga. Ellas me dicen y le dicen a los demás que he vivido. No voy a enloquecer porque un día me vea en el espejo y a la ya existente arruga la acompañe otra. Probablemente seguiré poniéndome mis cremas y cuidándome del sol pero esa nueva arruguita será bienvenida, porque es mi vida la que está representando.

Me gustan los hogares con cicatrices. Me gustan cuando me cuentan cómo se cayó la pintura o se hizo esa raya en el marco de la puerta. Me gusta cuando una pared ha sido trabajada por quienes habitan la casa buscando hacer algo especial. Cuando eso ocurre me siento cómoda y pienso: “esto si es realmente shick…”
Lo impecable, lo intocable está en los folletos. A mi no me gustaría vivir en un prospecto, quiero recibir cada mañana en una casa que le diga a los demás quién soy y como he vivido. Es decir, en un hogar lleno de “cicatrices”…
Como cuando decoro el arbolito con mi hija y mi esposo y cada año al sacar de las cajas los viejos adornos todos tienen una historia que recordar: "Esto lo compramos en aquel viaje, esto lo hizo la niña, esto lo hice yo, esto nos lo regalaron unos amigos, esto fue aquel año..." y entonces el arbolito se convierte en un maravilloso libro de cuentos lleno de vida y emoción.

Nada más hermoso pues que "las cicatrices" de un hogar...

Espero que este nuevo año llene de "cicatrices" sus vidas y sus hogares ...
Aida Beccaria

viernes, 16 de diciembre de 2011

Jugar a la verdad




Ayer fue un día de revelaciones...
Hace unos diez años, en Caracas, mi hija, entonces de 5 añitos, tuvo su primer amor. Ese amor que juega a la franqueza sin miedo y sin complejos. Era un compañerito de clase que abiertamente le manifestaba a mi pequeña sus sentimientos. Cuando ese niño me veía llegar a buscarla, salía corriendo a mi encuentro. Y mostrándome el mejor carro que estuviera estacionado en la calle me decía: "Yo voy un día  a regalarle a ella un carro de ésos que  le gusta. Ella es una reina y se lo voy a dar" Yo sonreia y lo abrazaba y le decía: "Gracias por quererla así"
Como todo gran amor infantil, dio su fogonazo final el día que cambiamos a la nena de colegio. Y desde entonces, nada más se supo de aquel dulce galan de lentes y pecas...

Pasó la vida y ya mi "chiquitita" practicamente tiene 15 años. Está despertando al mundo de la "mujer"

Yo me he propuesto desde que la llevaba en la barriga, enseñarle a no ser banal. Poniendo empeño en lograr que las cosas superficiales no fuesen su prioridad. Y en esa lucha he buscado incluir algo tan elemental, que por elemental, la mayoria pasa por alto: Ser uno mismo, s
er uno mismo siempre y  bajo cualquier circunstancia, sin jugar a ser nadie más y sin sentir pena o bochorno de lo que se es.

Ahora el amor juvenil llegó. Un muchacho de 16 años se enamora de mi hija y mi hija en la mitad de una confusión lógica de su momento, siente que está enamorada también.
En mi posición de madre primero, no permito que a ese sentimiento ninguno de los dos lo llame "relación" porque como se le he explicado a mi hija, ninguno  está aun emocional y psicológicamente apto para tamaño reto. Pero al mismo tiempo he permitido al sentimiento florecer y a la ilusión le cedí su espacio.
La he dejado sentir sus "mariposas en el estómago" y con ella, de manera cómplice, me he alegrado de cada frase bonita, de cada guiño de ojo...
Como su infancia está por irse he insistido en que disfrute los últimos tiros sin pena ni verguenza y que abra sus alas de mariposa al sol poco a poco, para que pueda un día estar lista para el vuelo sin dañarlas o deteriorarlas.

Mi pequeña, para mi orgullo, ha entendido perfectamente que está en una transición. Pero ayer llorando me abrazó y me dijo que le dolía. Que dolía mucho este cambio. Que dejar de ser niña le producia una angustia en el pecho que casi le quita el aire. Y que ella entendia que no tenia edad para una relación pero que lo que sentia era tan fuerte que también le dolia. Siempre con chorros de lágrimas y abrazada a mi me dijo: "Mami, como en las películas él me tomó por la barbilla y me dio un besito y yo sentí que mi corazón se salía del pecho"
Me confesó que fue tal su rubor que el mismo joven sonrió y le dijo que él comprendia y que la esperaria. Mientras hablábamos, el joven le escribió a su celular un hermoso mensaje. Y mi hija de decía "voy a guardarlo siempre" ...
Esta confesión me llevó a recordarle a mi "chiquita" que la vida muchas veces la pondrá en el camino de elegir entre ser ella misma o mentir. Y que pase lo que pase yo le pedía no sucumbiera a la tentación de ser una más del montón. Una de las que se mira al espejo y sufre porque el pecho o la espalda no son lo que según la mayoria deberia ser. Una que dice y habla de forma pre determinada porque su grupo habla así. Una que deja de salir porque no tiene un traje nuevo ya que el vestidito que se pondria se lo han visto mil veces. Una que de pasos acelerados porque atrás de ella un tropel social la empuja haciéndole sentir que si no hace o dice tal o cual cosa, será poco más o menos que anormal.
Que jamás, jamás se deje gobernar por cosas como "yo lo hice" "a tu edad deberias" "la mayoria en tu lugar"
Y una cosa me llevó a otra: La hipocresia es terrible. Pero la peor hipocresia es la que muchos ejecutan contra si mismos.
Así que esas palabras que me dijo a mi. Esos sentimientos que con tanta sinceridad me expresó, ella debía expresarlos al muchacho objeto de su perturbación. Decírselo sin miedos de si dejará de quererla, o nunca más la mirará. Porque las rosas, si son rosas, tarde o temprano florecerán...
Le pedí vehementemente que cerrara herméticamente sus oídos a cualquier cosa que pudieran decirle o sugerirla sus amigas o compañeras. Que jugara siempre a la verdad. Que tomara la sabia decisión de ser ella misma.
Yo por supuesto, jugaré mi rol de madre como ella bien sabe. No la dejaré ir sola a reuniones, fiestas o cines, porque las hormonas son anárquicas y no entienden de razones. Pero también le daré como hasta ahora, el espacio que su hermosa ilusión merece. Y le pedí contunuara siempre sincera y leal primero con ella misma y conmigo después. Las pupas de ninfa toman todo el tiempo que es necesario para que se formen las alas, Y una vez que éstas aparecen, la mariposa sale de su encierro y se da tiempo de nuevo tiempo para estirarlas y dejarlas secar al sol. No le importa si lo que tiene de vida como mariposa es tan sólo un día, al contrario, para vivir ese día a plenitud, le da chance a sus alas de fortalecerse...
"Hay que dejar que las cosas lleguen sin apurarlas" Así como cuando ella abandonó los pañales porque ella queria hacerlo y no porque yo la obligara. Así como cuando lanzó el chupón por la ventana porque no quería más usarlo y no porque a mi me pareciera que estaba grande para tenerlo. Así como durmió a mi lado hasta que le dio la gana y ella sola escogió el día en el que comenzó a dormir en su habitación, habitación que ahora ama y arregla y cuida a su gusto.
Yo jamás escuché a nadie. No me importó si el hijo de mi vecino hacía sus necesidades solo desde los dos años, o si al bebé de mi comadre le quitaron el chupón a los tres meses. La psicologia moderna y los comentarios del "gran daño que le haces a tu hija" porque le permitia domrir abrazada a su padre y a mi por ejemplo, los dejé correr como agua de rio, sin tocarlos ni beberlos.
Y el resultado de dejar todo a su debido momento, es la hija que tengo, de la que me siento plena y orgullosa.
No quisiera nunca que mi hija dejara por ejemplo de guardar una foto que refleje un momento especial de su vida, porque en la foto se ve fea, o gorda, o aparece una nariz más grande de lo normal...
No quisiera que mi hija se privara de ir a una reunión o salida o evento porque no tenga ropa adecuada ni posibilidad en ese momento de adquirirla. No quisiera que mi muchacha siilenciara un sentimiento sincero y espontáneo porque podria verse ante los ojos de los demás algo tonta.
Y si ella tiene metas, sueños, anhelos, que los luche y le de espacio a la ilusión. Porque al final en la vida solo goza de ratos de felicidad quien se permite ser honesto consigo mismo.
Ya mi muchacha está próxima a cerrarle la puerta a su niñez. Que lo haga despacio en la secuencia que le corresponde. Sin apuros. Sin violencia. Cuando ella quiera hacerlo. Para que esa puerta que quede atrás sea un momento lindo para recordar y no un trauma. Para que esa puerta sea como el último pañal que ella misma echó a la basura o como el chupón que ella misma lanzó por la ventana.
Mientras tanto, yo seré madre. Yo vigilaré los cerrojos. Yo frunciré mi ceño cuando corresponda, pero dejaré libre el pasillo para que ella pueda circular por él cuando deba hacerlo, sin obstáculos. Camino a la puerta que dice "mujer" y donde toda una vida se le brindará majestuosa, siempre que ella juegue a la verdad.
Si algo espero lograr de mi "chiquita" es que sea honesta con ella misma. Se siente rico cuando a la hora de dormir, no hay mentiras que recordar ni papeles que memorizar para jugarlos al día siguiente...


Aida Beccaria

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Este sustico que me anuncia algo...
es como un presentimiento

Tengo un presentimiento. Es una sensación justo aquí en la boca del estómago que me dice que algo muy malo va a pasar. ¡Ay Dios mío, protege a Perucho que se la pasa llevando y trayendo gente extraña en ese taxi! Ojalá y no sea nada grave lo que va a ocurrir… tengo como ganas de llorar… ay mi Dios... ¿Por qué? ¡Hay que pensar en otra cosa!... El recibo de teléfono, me toca pagar el recibo de teléfono que se venció ayer. Pero me parece que el pobre Perucho no tiene los reales completos. Con esa llamadera que mi hijo tiene al celular de la novia, llegó un cuentón que jamás había visto en la casa de una familia decente. Dígame, más de trescientos bolívares ¡Cuándo Dios mío! Si yo me acuerdo que alguna vez llegué a pagar veinticuatro nada más por ese servicio que, dicho sea de paso, va de mal en peor… Lo más triste es que la novia fulana esa con la que anda mi hijo es una bicha. A mi me parece que hasta se droga. Desde que está con ella no estudia y se la pasa en una parranda. Yo confío en la educación que le di a mis hijos, pero mi madre me advirtió siempre que cuando uno se enamora no hay educación que valga. Ya sabemos “que más jala un par de tetas que un carro tirado por bueyes”… por eso debe ser que la novia de mi hijo lo trae loco… Esa mal hablada que se viste de un raro y un feo que da grima. Y a mi me toca andar pendiente de esos dos justo ahora que me tienen que operar la vesícula. Bueno; eso y si consigo cama en el hospital, porque con lo del seguro vencido y el rollo con los hospitales que nunca tienen nada pero se la pasan full  ¡Qué deprimente! ¿Qué puedo hacer? Igual me tengo que operar, ya no puedo esperar…Estos gases y este malestar y esta acidez ¡Nada me cae bien! ¡Todo lo repito! Ya ni el café con leche… Me está doliendo la cabeza. ¿Será que por aquí me quede una pastillita de esas que son tas buenas?... ¡Justo! ¡Yo sabía! La caja vacía, ahora me toca comprarla. Espero que no me la hayan aumentado. Ya con lo que la subieron la última vez es más que suficiente creo yo. Pero ¿A dónde vamos a parar con esta aumentadera de precio? Ayer sin ir muy lejos, compré las pastillas de la tensión de Perucho y ya hoy, cuando fui a buscar otro frasquito para tener por si acaso, y me encuentro con que el frasquito bendito amaneció el doble. Y es que todo el mundo se empató en eso de robar para vivir… “la inflación te dicen" y con ese cuentito te lo meten doblado…En cambio, al bolsa de Perucho le da pena cobrar una carrerita corta cuarenta bolívares… Y yo le repito todos los días: “El aumento de la gasolina, los repuestos, los cauchos Perucho”… Pero es que mi viejo es decente, bueno decente no ¡Bolsa es que es!
Ahí es donde yo digo, una sufriendo y esos políticos gozando un puyero, bueno ¡Qué digo un puyero si las puyas hace rato que no existen!... Será más bien gozando un billonero… Y a propósito de millones y billones ¿Qué pasaría con el carro que le robaron a mi hija el mes pasado? Nunca apareció ¡Y con los sacrificios que le compramos su cacharrito a Lolín! Nada más estábamos esperando un respirito para hacerle su seguro y antes de poder decir “Jesús” se lo roban del estacionamiento ¡Nadie vio nada! ... No y todavía tengo que darle gracias a Dios que ella no estaba ahí, sino capaz y me la matan también…Ahora anda sin carro y yo más nerviosa que un bisteck de lagarto porque dicen que en las camioneticas y en el metro están robando mucho. Yo escucho cada cuento…
¿Y ahora? ¿Esos gritos? ¡Tenía que ser la bendita conserje y la loca de la junta de condominio! ¡No, pero lo que soy yo no pago un mes más de condominio hasta que no arreglen definitivamente el condenado ascensor!  Ya vamos para un año que lo parapetean, una pagando y el armatoste dañándose… Y todavía y encima que cada recibo de esos llega que parece un alquiler en lugar de un condominio.
Y no hay quien le meta la mano a eso porque yo qué sé de administraciones y esas cosas. Sinceramente en este país estamos todos jodidos. No hay quien te proteja y de parte del gobierno lo que nos regalan son impuestos y leyes como arroz. Eso sí, una ley peor que otra…
Y ahora que pienso en impuestos, tengo que ir a la Alcaldía a actualizarle los trimestres al carro de Perucho no vayan a ser que lo multen, y cuando vaya a la Alcaldía me van a escuchar la lengua un ratico. Porque una pagando y que “derecho de frente” ¡Y lo que tengo de frente ahora es un tronco e’paredón! Alguien dio unos permisos que me parecen medio chimbos y empezaron a construir como locos ¡Que hasta la imaginación se la tapiaron a uno!…Pero eso sí. Cada día que pasa se paga más para ver como los semáforos no sirven. Los fiscales se amotinan quince y últimos. Los ladrones y delincuentes a la orden del día. Las aceras hechas un desastre. Un montón de mendigos y pedigüeños que espanta. Yo me supongo que todas estas desgracias tendrán culpables.
Pero… ¿Y los culpables?... Muy bien gracias. El día del juicio final será que se las cobren…
Y ahora que miento cobrar, no va a tardar en pasar el turco a cobrarme la cuota de los tenis de Carlitos ¿Quién me iba a decir a mí que los árabes se harían necesarios otra vez?... No es que en lugar de ir pá lante vamos pá tras…
¡Qué vá! me pongo a limpiar, para distraerme, porque no se me va este presentimiento. Es como una angustia en la boca del estómago. Anoche dormí mal… unas pesadillas terribles…me despierto como con un susto en el pecho… ¿Será que va a temblar?... porque con estos calores… ¡Ni lo quiera Dios! Aquí si tiembla no sé qué puede llegar a pasar… Yo a este edificio no le tengo mucha confianza, yo sé que tiene unas filtraciones terribles por el sótano y los cimientos se pueden dañar. Pero como el edificio de al lado lo van a desalojar para vendérselo a una constructora, al dueño no le interesa arreglar nada. ¡Claro! que se frieguen los demás que tienen sus realitos puestos en estas cuatro paredes. El italiano dueño del edificio de al lado, dice que él lo que tiene ahí es una beneficencia pública. Porque de alquiler le están dando quinientos al mes. Entonces, lógico, el tipo no le arregla nada al edificio. Después veremos a los inquilinos llorando por ahí con pancartas de somos desalojados… queriendo dar lástima… aunque lástima dan… ¿Dónde se van a meter digo yo? ¡Si ahora un rancho mitad bloque mitad cartón te lo cobran como una quinta! Y ya nadie quiere alquilar. No se puede alquilar es como regalarlelo de una a otro. El italiano se fregó, más nunca saca esa gente de allí. Y nos fregamos nosotros porque la filtración se queda hasta que tumbe el muro.
Pensar que hay un gentio colgando en ranchos en esos cerros. Que claro, es el mismo gentio que se pega a los cables de luz y se la roba ¡Y uno pagándole la luz a esos muérganos! Porque yo sé que los recibos de luz nos los aumentan día con día gracias al poco de corriente que ésa pila de gente se roba. ¡Pero te libre Cristo de no pagar un recibo a tiempo para que vean cómo te la cortan sin piedad! Después si quieres luz, tienes que pagar reconexión y ahora la paja esta de las multas. Resulta que tengo que gastar lo mismo que gastaba en el 2009… Esto es una locura… Una todos los meses llega en la punta estirando el dinerito… ¡Son milagros los que hacemos las amas de casa!... Y eso que ya no se gasta en diversiones ni mucho menos ¿Quién va para el cine ahora? Y salir como antes a tomarse una cervecita con el marido de una es impensable. A ver si encima te atracan. Es que estamos casi en un toque de queda…
Esta angustia… ¿Qué podrá ser?… Dan como ganas de llorar… Es eso, como un presentimiento, una opresión justo en la boca del estómago… ¿Qué será lo que va a pasar?... Bueno, gracias a Dios que no todo es malo y a Carlitos le conseguimos cupo en el liceo. Yo temblaba con eso del cupo. ¡Es que no podíamos pagar otro año con los curas! ¿De dónde sacábamos seiscientos bolívares mensuales? Y en ese dinero no van los útiles, la ropa, los zapatos… ¡Es que en este país para criar un hijo como Dios manda, o hay que ser millonario o corrupto!... Porque vamos a estar claros, dos muchachos en el colegio ya son mil doscientos bolívares. Después viene la luz, el teléfono, el gas, el condominio (los que tenemos suerte de no pagar alquiler), los gastos del carro, el mercado… ¡Qué vá!... Siete mil bolívares por lo bajito para vivir más o menos bien ¿Y quién coño gana eso?... Yo tengo espanto ahora cuando se acabe el liceo y empiece la universidad ¿Cómo haremos? Sí es la Central que casi no se paga, ahí están los encapuchados y una vive en zozobra todo el día. Si es la Católica o la Metropolitana ¿Quién puede pagarlas?... Ya falta poco para esa tormenta…
Los hijos de una, hay que encomendarlos a Dios todo el tiempo. Sí que hay peligros para ellos: curas narcotraficantes, muchachitos matones que andan sueltos por ahí, el dengue, la porcina, sádicos, carros que pasan volando llevándose a la gente por delante, drogas, promiscuidad, sida, policías corruptos, maestros que no saben ni leer, hampa, bandas… Mejor será no echarle coco a todo eso… ¡Qué angustia!... ¡No se me quita esta mala vibra ni con el lexotanil! Voy a ver un rato de tele a ver si dejo de sentir este horrible presentimiento… ¿Y eso son comiquitas?... ¡Qué bolas!... ¿Cómo no van a ser agresivos nuestros niños? ¿Dónde se ha visto que semejante barbaridad sea un espectáculo infantil?... ¡Dígame el cielo!... Dios se escupen, se matan y hablan de mierda como un chiste… Y… ¡No puede ser! ¡Sexo promiscuo puro y simple! ¿Ves?... Está una madre de lo más tranquila cocinando creyendo que sus hijos están cuidados en su propia casa y ¡Mira tú lo que están asimilando!... Esto es el fin del mundo… ¡Alguien tiene que ponerle un parado a esto!...¿Cómo permiten?... Voy a cambiar al noticiero, ya es la hora…
¡Pobre gente!... Se les cayó el cerro con la lluvias… mira ese lodazal… ¡Todos los años es la misma cosa!... Llueve ¡Y se muere un gentío! Y otro tanto pierde la casa... ¿Y de quién es la culpa?... del gobierno primero que los deja impunemente talar monte para montar su rancho, del gobierno segundo que no les pone un reparo y cuando se les cae el rancho les permite levantar otro, del gobierno tercero que ve cómo una pila de familias le corren al agua y no ofrecen soluciones y de uno cuarto por dejar al gobierno.
Me da risa cuando le dicen a esa gente que la solución es que se vayan al interior. Pero es que ahí las cosas están peor. Caracas es Caracas y lo demás monte y culebra… ¡No hay nada!...ni colegio…ni hospitales…ni trabajo… ¡Lo que si tienen es mosquitos, jejenes y sarna por montones!...
Mejor leo el periódico un rato para que se me quite esta preocupación y esta angustia ¿Cómo pueden desaparecerse los millones? ¿Pero en que país estamos? Aquí más bien felicitan a los que roban y hacen “guisos”… Yo todavía no he visto un corrupto preso… ¿Hasta cuándo?... Mira esto: “Setenta muertes violentas el fin de semana” ¡Ni en la guerra!...
Hablan de muertes violentas por enfrentamientos bélicos en quién sabe dónde, pero resulta que aquí mismito, un gentío se muere a balazos y navajazos todos los días ¡Y somos un país democrático, libre y feliz!... Dicen estos hijos de su mamá y te dicen: “Ahora Venezuela es de todos” Si Luis que de todos. Será de choros, será…
Y sigue esta angustia que me está matando. ¿Si todo está en paz por qué este mal presentimiento?... Ahí está la noviecita de mi hijo. Pero no le voy a abrir la puerta. ¡Mira cómo viene vestida! Ya no hay pudor ni decoro…
Me voy a hacer la loca y a seguir leyendo el periódico. ¡Que se frunza! ¡Qué se vaya la niña esa a echar varilla a otro lado!...
¿Qué es esto? Mira lo que dice el periódico: “Los travestistas exigen sus derechos” ¿Sus derechos? Y los derechos de una ¿Dónde están?…
No se me quita este susto. ¡Qué no le pase nada a mi negro! ¡Virgencita atiéndeme!... No hombre… No le puede pasar nada. Yo sin mi Perucho estaría frita ¡Ni seguro tenemos!... Este sustico… Este salto en el pecho…Una angustia…Me voy a tomar un tilito…
Me parece que llegó Perucho… ¡Menos mal!.. Ya llegó el marido por lo menos, ahora faltan los pollos. Es que hasta que no los tenga a todos en casa no me puedo quedar tranquila. Una no sabe, las cosas están tan malucas que ya ni teniéndolos en las narices están seguros…
Ajá…llegó Carlitos…falta la niña y estamos en paz hoy…
A ver con qué cuento me llegan porque seguro alguna vaina les pasó. Uno nunca sale ileso en estos días. Me parece que escucho la camioneta de Jacinta con la niña… ¡Si, es!... bueno, estamos todos.
A prepararles la cena y… otro tilito a ver si se me va el sustico… ¡Hace falta paciencia señor!... ¡Qué Dios nos coja confesados
¿Qué será lo que va a pasar?
-¿Carlitos, cómo te fue? ¿Qué? ¿Otro libro?... ¡No puede ser! esa gente cree que esta familia es millonaria. Tendrás que esperar un poquito a ver si me pagan una torta de cumpleaños que hice hace tres días.
-¿Qué fue lo que te pasó Perucho que vienes con esa cara? ¿No me digas que se te reventó la transmisión? Pero, ¡Ese carro tuyo es una carcacha!... Bueno hombre, no te aflijas. Saca los reales de lo del teléfono…Ya se verá, con el carro comemos y con el teléfono no.
-Y tu m’hija, estás pálida… ¿Cómo que te me estás enfermando?... Ya te voy a dar un té y una pastillita, esa es la virosis que anda por ahí. Bueno, lo importante es que estamos todos en casa sanos y salvos…
Este sustico, es que es como un presentimiento que algo malo va a ocurrir ¡Ay diosito protégenos y que nada malo pase!


Aida Beccaria

martes, 6 de septiembre de 2011

Las palabras dichas sin pensar son como flechas lanzadas al vacío:
Nunca darán en el blanco pero pueden herir mortalmente a un inocente
Aida Beccaria


La avaricia, la codicia y la mezquindad
son pecados del pobre y virtudes del rico


Aida Beccaria
No hay mal que dure cien años
porque la mayoria se muere antes...


Aida Beccaria

Para reconocer a un ignorante magistral
basta con observarlo detenidamente.
Y notarás de inmediato cómo elegantemente vestido,
tras un púlpito de fina madera, enjuicia con rabia a quienes llama ostentosos...
Discrepa con odio y ridiculiza con propiedad a los
"manipuladores de conciencia" y para que su idea quede clara manipula con garbo al colectivo al cual se dirige..
Y este abuso de poder lo logra gracias al poder que sus pisoteados le han conferido.


Aida Beccaria







Cada vez que intento simplificar 
un poco mi vida
aparece un ser trivial  
y sin más ni más me la complica


Aida Beccaria
Quien nunca haya sentido terribles dolores abdominales, complicados con profundas ganas de vomitar.
Quien nunca haya sufrido de gases y mala digestión (incluso para comer un grano de arroz )
Quien no haya padecido jaqueca, presión en el pecho, taquicardia, hormigueo y piernas flojas
¡Jamás estuvo enamorado!


Aida Beccaria


 ANA Y MARIA, dos por siempre

Ellas siempre estaban juntas. Caminaban muy tranquilas por ahí,  tomadas de la mano.

Soñaban fantaseando sobre viajes lejanos a lugares perdidos en el mapa…
No entendían la vida si alguna de ellas fallaba. Se necesitaban y eso era todo…
Para Ana y María, la ilusión y la aventura era una así como una sus almas…

Siempre juntas. Piel con piel. Sentido con sentido. Un roce, una caricia, un estremecimiento… en realidad dos…
Contemplaban absortas cómo el agua rodaba por las ventanas cuando llovía. Y así era con el sudor y así era con las lágrimas…

En sus vidas no había hombres, no había espacio para falos ni deseos castrados. Todo en ellas era espontáneo y ocurría a la vista de quien fuese… lo mismo frente al cura que ante un niño…

Se perdían calle abajo por el pueblo caminando al mismo ritmo, utilizando los mismos espacios. Más que un caminar, parecía una marcha.

Y juntas cortaban flores. Y juntas miraban el cielo tumbadas sobre la grama. Juntas contaban  estrellas. Juntas atrapaban insectos. Juntas reían. Juntas lloraban. Y juntas se unían sin separarse, rodando por la tierra, por el agua, por la cama…

Todo debía compartirse: Cuando algo disgustaba, dividían el apremio y cuando algo agradaba, multiplicaban la alegría.

Se bañaban juntas. Comían juntas. Juntas se tocaban y juntas se ignoraban.

Mientras dos vidas se mantenían unidas como hierro forjado,  otras miles conspiraban, criticaban, enjuiciaban, tratando de separar lo inseparable.

Las personas del pueblo, con repudio y con espanto, repetían la señal de la cruz al verlas pasar. O tan sólo con nombrarlas… Una natural morbosidad entrelazaba las vidas de Ana y María. Sus padres alegaron hasta el cansancio que algo así no podía ser. Que no era natural. Que no era de Dios.

Ellas eran pecado… El padre Algimiro  solía recordar que Dios castigaba y que el camino elegido por el Todopoderoso podía ser tan extraño como extraños eran los malos pensamientos de los hombres…

Pero el tiempo pasó. Y la rabia cedió a la tolerancia. Como nada las separaba, las ancianas del pueblo, entre murmullo  y murmullo las aceptaron.

Cuando el padre Algimiro decidió que había otras almas que salvar, y determinó no enjuiciar más el pecado de Ana y María. Cuando las chismosas del pueblo hallaron nuevos temas para el café. Cuando ya no había repulsión colectiva,  decidieron ir a misa todos los domingos. Y entonces comenzaron a aparecer algunos amigos:
Estaba doña Flor, la dueña de “la única taguara decente en el pueblo” (allí los hombres se emborrachaban sanamente hasta el amanecer…) Doña Flor quería entrañablemente a Ana y María.  Ella les enseñó a pintarse los labios y a esparcir muy bien la base de talco por el rostro y el cuello para que no se notara… Ella les enseñó dónde poner el perfume para que  “oliera más y mejor”.  Y también les enseñó a desinflamarse las ojeras con pepino.
A hacerse lavados descongestionantes y a preparar un jarabe de Pasiflora con ron para dormir mejor…

Y junto con doña Flor, las quería con todo su corazón  el pobre loco Tiburcio (yerbatero del pueblo que, con tanto tifus y tanto mal de ojo, acabó volviéndose loco).  Entre ráfaga y ráfaga de cordura, Tiburcio les llevaba a Ana y María un puño de mejorana y otro de yerbabuena para que pudiesen digerir mejor…

El pobre loco Tiburcio, cuando las veía bañarse juntas en el río, siempre se hacía a si mismo la misma tonta pregunta: ¿Irán también juntas al baño?...

Con Flor y el loco Tiburcio, vivir se fue haciendo más fácil.

No obstante, ocurre un día algo terrible. Fue así de repente. Una fiebre. Y con la fiebre, Ana no pudo levantarse de la cama. Ojeras, mal aliento, dolor en los huesos… Doña Flor ponía cataplasmas, Tiburcio preparaba ungüentos. El padre Algimiro rezaba…
Ana enferma con tal gravedad que aún sin dormir parecía muerta. Ni las yerbas de Tiburcio , ni las brebandas de Flor, ni los rezos del padre Algimiro lograron levantarla de la cama…
Siguieron las oraciones, los tilos y las estampitas santas… no había mejoría.

María impávida, contemplaba con horror la lenta agonía de su Ana querida. Estaba aturdida.  Impotente sólo atinaba a abrazarla suplicándole a Dios Clemencia.
Dios no escuchó. Jadeando, sin pensar en María, con la piel amarilla y los ojos sin vida, se acababa la agonía de Ana.

Un corto funeral sobre la misma cama en la que murió.

Todos sintieron gran lastima por María. Ella,  inmóvil al lado del cadáver, fantaseaba sobre no sepultar a su amada Ana y caminar el resto de su vida arrastrando el cuerpo embalsamado de su Ana fallecida…

Pero pocas horas después de la muerte, María enferma también. Y silenciosa, boca arriba, contemplando el techo y aferrándose el vientre con fuerza. Entre dolorosos espasmos y horribles olores, cierra sus ojos para siempre.

Olas de murmullo en la habitación, en el patio, en las calles.
¡Habían muerto Ana y María!
El pecado y la culpa finalmente expiados... El padre Algimiro rezó un Padrenuestro. Doña Flor las besó en la frente y las maquilló. Y el loco Tiburcio (saco de yerbas al hombro), luego de colocar entre sus manos un manojo de ruda, salió del cuarto preguntándose  aún si juntas irían al baño…

Ahora sí se terminaba el funeral. Había que enterrarlas. No podía perderse más  tiempo pues el cuerpo de Ana se descomponía…

En el cementerio una gran fosa para un solo ataúd.  Juntas vivieron y juntas murieron. Cuatro piernas, cuatro brazos, dos mentes, dos corazones, un hígado, un páncreas, un estómago...

Se fueron para siempre las hermanas siamesas que tanto se querían. Nada las separó.  Juntas nacieron y juntas partían hacía la voluntad de Dios.  Piel con piel, sentido con sentido, sueños con sueños… Dos vidas inseparables y una muerte para dos…


Aida Beccaria




























lunes, 5 de septiembre de 2011

Así es la vida: ¡Dura pá tó el mundo!



-Estoy deseperaita comadre Marina. Mañana tengo que pagar los cuatroscientos bolos del rancho ¡Y yo aquí  con las ruedas pá arriba! ¿Te dije que Rosamaría  está sin trabajo? ¿Qué voy a hacer?

-¿Qué te puedo decir Iraida? Tú sabes… Yo estoy pior. Afigúrate que el vagamundos de mi marío me dejó… y no es nada… parece que se metió a raro ¿Qué tal? Las otras noches me topé con la parcha de Melanine y la muy loca me dijo que Rosendo era suyo ¡Suyo! ¿Qué le parece?

-Verdad que cada cual tiene su cruz. Vamos mejor a tomarnos un guarapito de café y a hablar de cosas alegres  a ver  si mejora  el día … ¿Se fijó  comadre que con la nueva ley soltaron un bojote de malandros que estaban presos?

-¿Los malandros nada más?...  mire comadre ¡Soltaron a Raymundo y a todo el mundo! Por Ahí andan cobrando peaje otra vez. Y también se dice, no me lo crea si quiere, pero dicen que en el rancho de María los tripones están vendiendo la penca y la piedra que juega garrote…

-Mejor cambiamos el temita. Este asunto me pone brava porque a la final, esos malandros  siempre hacen lo que se le da la gana.  Pá ellos no hay policía.  Policía solamente hay pal  pendejo  que medio le conteste mal a uno de ésos… Mire comadre, mejor le pregunto ¿Qué es de la vida de José Camacho?

-Ay comadrita  ¡Ese es otro dolor que yo tengo!  Me lo tienen preso al pobre…

-¡Por Dios mujer!  ¿Y eso por qué?  ¿Qué hizo el muchacho?

-Nada ¿Qué puede hacer el pobre José?... Que lo agarraron vendiendo equipos de sonido que al parecer eran de contrabando… Camacho no sabía… bueno o sabia pero el hambre es hereje mana… el caso es que me lo tienen en  La Planta  porque por esos lares estaba trabajando el crédulo… Y entonces de bolas, Camacho preso y el rueda e molino sueltito y cosiendo a puñalada a medio barrio. ..Y en ésas cárceles dios que hay un muerto a cada rato... yo no tengo vida. no...¡Pero eso sí!... ¡al que le facilitó los equipos ni por el carajo  lo agarraron!

- ¡Qué bolas! pagó el más pistola… porque yo le aseguro que el otro tiene billete.  Acuérdese que lo mismito me le pasó al Beto ¡Y entodavía no se sabe en qué va a parar la cosa!

-Mire… y ya que mentó al Beto ¿Qué es de la vida de su  mujer, verdad que se la llevaron pá la maternidad?

-¡Ojalá comadre y hubiese sido pá la maternidad! ¡Qué va! Le dio una moridera y tuvimos que recorrernos toda Caracas buscando un hospital.  Menos mal que Jhourny nos llevó en su jeep…

-¿Y qué fue lo que le pasó?

-No se la verdad. Eduardo le leyó un tabaco hace unos días. Me dijo que le tenían un trabajo montado y a ella ya le venía doliendo la cabeza. Yo agarré unos realitos que tenía por ahí y le mandé a tumbar el trabajo ¡Pero qué va! La mujer empeoró hasta que le dio un dolor de cabeza que la puso tonta.  Se desmayó y todo…

-¿Y los médicos qué le dijeron?

-Ellos tampoco saben. La tienen en Coche  haciéndole “pruebas”… mire, sino le fueramos llevao las sabanitas y las sopitas  se muere de mengua ¡Qué se lo digo yo!

-No se  queje comadre. Cuando menos se la recibieron en el hospital. Yo desde el año pasado que busco cama parar operarme las varices y esta es la fecha…

-No si es verdad. Eso de enfermarse en este país es una locura. Dígame nosotras que trabajamos por días ¿Quién nos reconoce reposo si nos enfermamos?

-No y los chamos… ¿Supo usté que se murió el niño más chiquito de Magdalena?

-No puede ser… ¿Cómo? dígame… Écheme el cuento…

-Bueno, que con esto de las  lluvias, se le enfermaron los mayores de dengue. Y pa poder estar con los chamos en el hospital, se los entregó a la cuñada en la vereda siete… usted  sabe… Adelaida…

-Ajá sí, la del chamito medio bachaco…

-Sí ésa… el caso es que no paró de llover y el rancho de Adelaida se cayó… Y bueno, se le vino una de las paredes de material encima al tripón y… bello el muchachito… ¡Qué Dios lo tenga en su gloria!

¡Yo de todo  eso no supe nada! ¡También qué voy a saber si me la pasé paleando aguas pá que no se metieran en el rancho! Los otros días  se desbordó la quebrada y eso fue la locura… Todos en esta calle andábamos en eso…

-Bueno comadre ¿Qué le vamos a hacer?  Así es la vida… ¿Otro guayoyito?... Mire que está fresquito el café,  sólo lo colé dos veces.

-¡Ay sí, me viene bien! Yo tengo como dos días a punta de arroz y una cervecita que me tomé anoche con el Cherry que fue a casa a llevarme una mesita que le regalaron en el trabajo…

-¿Y eso por qué?

-Bueno porque están remodelando y no querían la mesa…

-¡No chica! ¿Qué por que no has comido?

-Ah bueno…claro…por los disgustos…Y la diarreita ésa que me dio que ayudó también…

-Mire comadrita, yo creo que en el fondo una debe de darle gracias a Dios por estar viva… ¿No cree?

-Eso es verdad.  El que lo estemos contando ya es mucho. Fíjese
sino,  las otras noches se armó una balacera que yo creí me  moría. Las balas pasaban raspando la pared de zinc que dá pá donde tengo las hornillas ¡Un susto teníamos!  Pero amanecimos vivos con el favor de Dios.

-Es que los sufrimientos son pruebas que el Señor le manda a una…

-Si yo creo eso y hasta lo de los cerros que se caen con el agua es cosa de Dios…

-A propósito comadre… ahora que mienta agua… ¿Qué es lo que pasa abajo en Las Adjuntas que no sale agua pal tanque? ¡Hace dos días que no recojo!

-Que se robaron las tuberías…

-No me diga eso ¿Y ahora pá cuando? ¡Ay qué angustias!

-No joda comadre… angustias las de Edén pá que lo sepa ¿Supo que la botaron de su ranchito?

-Nó, no supe… ¿y Cómo váser?

-Guá… la pobre negra gritó y chilló… pero el muy perro de Pancho igualito a coñazo limpio la sacó con todo y que está  pipona.

-Es que era de esperarse. Ese perro de Pancho Pepe es un borracho.  Todo el mundo sabe que anda medio enredado con una carajita que puede ser su hija…

-No y oiga… le cuento que la pobre Edén anda arrimada en casa de Luz y ésa si es verdad que es una macaurel ¡Yo no sé en qué va a parar la cosa!

-¿En qué quiere usted que pare? ¡En ná mija! Yo de ese pabilo tengo rollos porque como usted bien sabe mi hija la mayor  andubo un tiempo dando tumbos por ahí, pero como es una mujer echá pá lante, se puso a trabajar fija en una casa en donde le aceptaron el mocoso…

-Le digo que no sé… eso de trabajar fija…no sé…a una la tratan mal. Creen que una es un esclavo. Son las diez de la noche y todavía te dan órdenes…casi no puedes visitar a los tuyos…a ellos no les importa si tú tienes hijos… siempre una reclamadera…no sé…

-Sí pero es preferible eso a andar buscándose líos con denuncias en tribunales pidiéndole al muérgano del padre de tú hijo que te lo mantenga ¿Para qué? Para que al final, después de un realero y un montón de papeles, te salgan con que el tipo tiene que depositar cien bolívares en tribunales ¡Con eso no pagas ni el pasaje coño!

-No la verdad… mire y hablando de todo como  los locos ¿Cómo qué hora será?

-Por allí escuche subiendo el jeep de Pedro, así que son como las siete…

-¡Las siete ya!  Me tengo que ir disparada a hacer las arepitas…si el negro llega y no tiene sus arepitas ¡Se arma el peo!... usted sabe que al negro le gusta que lo atiendan…

-Feliz usted que aunque sea a los coñazos tiene un hombre que la representa…yo ni eso…

-No se aflija,  la vida es dura pá todos.

-Yo quisiera saber si pá los ricos también. Una aquí,  estirando el dinerito para comer arroz, plátano, caraotas y de vez en cuando un periquito y unas lenteja.  Sufriendo penurias si alguien se enferma.  Teniendo miedo a las lluvias.  Juyéndole al dengue, la sarna, la diarrea…Escondiéndosele a los malandros, los periqueros, las balas.  Corriéndole a los derrumbes. Mortificándose con el cupo de las escuelas…

-¡Qué nó comadre! No hable así… los ricos tienen sus penas…el dinero trae desgracia ¿Usted no vé en las novelas cómo se pelean entre hermanos por una herencia?  Fíjese en las novelas…¡Ellos también la pasan muy mal!

-No sé que decirle…verá…yo si creo que todo el mundo tiene su cruz…pero con dinero como que pesaría menos…

-¡No hable aguaje comadre!  El dinero no hace la felicidad.  Acuérdese de la novela del cuatro. Mucho dinero…pero…

-A la final  hay que respirar hondo y seguir pá lante

-Un beso comadrita. Y usté sabe… pobremente estoy a la orden…

-Gracias mujer…yo sé…yo le doy gracias a Dios. Hay que conformarse.  No sirve de nada lamentarse. Hay que rezar…

-Así mismito es… Mire comadre…hágame un favor si puede…

-Si está en mis manos… ¡con mucho gusto!...dígame…

-¿Me regala una ñemita que no tengo?... Hasta pasado mañana que cobre y vaya pá la bodega…

-Una ñemita tengo. Le puedo dar también unos tomaticos. Aquí tiene y no se preocupe, a todos nos pasa eso de vez en cuando. Tenga…

-Dios se lo pague. Hasta mañana… ¡Ah comadre!... esté mosca esta noche póngase pilas…

-Sí ¿Y por qué?...

-Porque dicen que el cojo le va a ajustar las cuentas al cachaco y se puede cargar de plomo esta zona.

-Ajá… gracias por el dato… hasta mañana si Dios quiere pues… y ¡Ánimo! Mire que la vida es dura pá todo el mundo ¡Pà tó el mundo! ¿Qué le vamos a hacer?

Aida Beccaira
  

domingo, 4 de septiembre de 2011

LA MUÑECA DE CRISTAL



Mamá solía besarme mientras me decía  “mi niño”. Y  me besaba con sus labios secos, yo me fijaba en los largos surcos que recorrían su rostro.  Surcos que atravesaban su cuerpo también y se desbordaban en sus manos… No me gustaba…
 Mi madre tuvo un sol, único varón. Me tuvo a mí… Nací cuando ya nadie esperaba que tal cosa pudiese ocurrir. Mamá era tan anciana que antes de verme crecer, se tornó senil. Pero  ahí estaba Adela para sustituirla.  Tía Adela era la más pequeña de las hermanas de mamá. Ella era recia, altiva, dominante ¡Qué pesada era Adela!  Cuando yo nací tenía cuarenta y seis años.  Y según sé, me utilizó de excusa para darle algún valor a su vida.
Tía Jacinta en cambio era distinta. Era la hermana del medio.  La hermana tonta y paciente.  Ella me mimaba a punta de dulces.  Sólo vivía para hacer conservas de coco y catalinas.  Y a mí me comparaba con sus melcochas y me llamaba “azuquita” ¡Cuánta empalagosa tontería!
Las dos hermanas Velásquez eran toda mi familia. No había primos, ni hermanos ni padre.  En realidad mi papá era una foto amarilla en un libro polvoriento… La verdad, mi vida en los Robles con las hermanas Velásquez era una aburrida prisión con barrotes de salitre y muros de naftalina…
A mi niñez le dieron forma los cuentos de “La Pilarica” “Juana la loca” y “La gran campana de bronce”. 
Y mi lugar para jugar era un ático oscuro,  lleno de moho.  Un lugar desde donde se



podía ver el mar por una ventana ínfima. Un lugar desde donde yo veía como una
rayita lejana, el horizonte…
Allí me instalaba a jugar con lo que tuviera a mano: Un maniquí de costura.  Un viejo cofre con cartas y recetas.  Un recetario para preparar ¿Adivinen qué?  ¡Conservitas de papelón!...Yo fingía muchas veces que las hacía mezclando lodo y agua de mar…
En el ático había también retazos, muebles viejos, fotos amarillas y una talla de cristal (quizás lo único hermoso allí).  Una talla que representaba a una mujer desnuda extendiendo los brazos al cielo.  Una pieza que se me figuraba parecida  al  mar.
El día que descubrí la muñeca pasé horas imaginando cosas.  Imaginé otros mundos.  Imaginé artistas trabajando piezas como la que yo tenía en las manos.  Imaginé libros.  Imaginé  irme…
Me enseñó a pulirla y sacarle brillo a la muñeca la negra  Jimena.  Jimena trabajaba con mi mamá desde mucho antes de mi nacimiento. Era una  vieja  odiosa.  Jimena sabía aprovechar la sinfonía marina para relatar leyendas tenebrosas que terminaban por sucumbir en sus repugnantes guisos…
Todos los viernes, Jimena batía los trapos sucios contra las rocas del despeñadero para lavarlos y blanquearlos.  Mientras tanto, yo me sentaba a cierta distancia viendo como las algas iban y venían tratando de huirle a sus talones ¡Hasta las algas le corrian!
No puedo imaginar que la vieja Jimena hubiese sido joven alguna vez.  Sin embargo, así lo aseguran Adela y Jacinta…
Para olvidarme de las tías, de mamá, de Jimena y del aburridísimo mundo que me rodeaba,  yo me escondía en el ático a soñar.  Entre un despertar y otro pulía mi talla




con frenesí.
Tanto llegó a brillar que un simple rayito de sol me mostraba cien colores con sólo cruzar su cintura…
Una mañana (como muchas otras), el sol se ocultó tras negros nubarrones. El mar en su bravata,  arremetía contra todo lo que se cruzara en su camino. Grandes círculos de arena eran revueltos en la orilla sin piedad alguna.
Jacinta (como siempre), se santiguaba repitiendo “algo terrible va a pasar” mientras estiraba y estiraba la melcocha.
Adela  (como siempre),  corría de un lado a otro, asegurando puertas y ventanas con enormes maderos.
Mamá (como siempre), rezaba y rezaba largas e interminables letanías que sonaban así: “sagrado corazón de Jesús, ten piedad” “Torre de David, ruega por nosotros”…  “Santísima luz, protégenos”…
La tormenta arreció y (como siempre), me encerré en el ático.  Nadie parecía acordarse de mí -mejor- Así podía abrazar a mi muñeca y sentir su fría desnudez que lentamente iba al calor de mi cuerpo, tornándose en algo tibio y acogedor … ¡Frágil pero fuerte la talla de cristal!
La tormenta se fue como vino.  Pero al tranquilizarse  el mar, junto a las gaviotas y las algas amontonadas en la arena, hizo, como siempre, su aparición el baboso padre Argimiro.
El baboso Argimiro siempre tiene las mejillas arreboladas como un coral y le gotean las fosas nasales (como  si tuviera una lapa viva atrapada en ellas).
El baboso Argimiro se la pasa agitado. Uno reconocía que estaba en la casa porque podía escuchar sus resoplidos al caminar.  Si alguien se atraviesaba en el camino del Argimiro, enseguida recibía una palmadita en los glúteos acompañada de una “bendición”…¡Qué tipo baboso el padre Argimiro! Y en general ¡Qué horrible era la vida en Los Robles!
Bueno… la verdad… no todo  era malo.  En días de intenso calor y cielo muy azul, llegaba la cariñosa doña Berta. Una viuda rechoncha de ojitos  chiquitos y bonachones.  Doña Berta era especial pero desgraciadamente tenía un terrible  aliento, y por eso yo no podía darle un beso de agradecimiento cuando me obsequiaba dulces…  No siempre estaba en el ático puliendo mi muñeca, a veces iba a la playa con doña Berta y de su mano me sentía como alguien que conocía la playa por primera vez.  Me gustaba espantar cangrejos y a doña Berta le gustaba verme correr tras ellos.  Y ambos disfrutábamos recoger conchas de todos los tamaños y colores. Y pescar  con improvisados cordeles.
También con Doña Berta disfrutaba mucho del atardecer. Era como si el sol se apagara en el agua.
Y de regreso, si me topaba con Jimena me gustaba patearle el trasero mientras batía la ropa y luego huir a la misma velocidad de sus imprecaciones ¡Cómo se reía de esto doña Berta y cómo se enojaba Jimena!  
Yo volaba papagayos.  Adela fue quién me enseñó a hacerlos.  Y el baboso Argimiro me enseñó a elevarlos. Esa fue la única cosa interesante que esos dos me legaron.
Pero como todo tiene un precio, en agradecimiento, yo tenía  que ir todos los domingos



a misa. De punta en blanco con los encajes que me cosía Adela. De la mano de mamá y
Jacinta…  ¡Cómo detestaba ir a misa!
¡Cómo me desagradaba el baboso Argimiro!
Odiaba sus palmaditas…
Me asqueaba el aliento de Berta
Me obstinaba lo aburrida que podía resultar Jacinta.
Me agobiaba la rectitud de Adela.
Me deprimía la vejez de mamá.
Me encolerizaba la negra Jimena.
Me desagradaban las fotos amarillentas de papá.
Yo sabía que más allá de las algas muertas arremolinadas en la costa.  Más allá de este caserío insípido llamado Los Robles,  había un mundo de verdad.  Un mundo ajeno a dulces, leyendas, gaviotas, mal aliento,  goteo de narices…Un mundo de colores con enormes papagayos cruzando el cielo y tallas de cristal por doquier.
Un mundo donde seguramente convivían artistas que podían hacer tallas como mi muñeca  y pescadores y en donde las mujeres tenían maridos y los maridos tenían hijos y los hijos tenían vida…
Pasaron los días y nuevamente el mar se enfureció.  Pero esta vez, en medio del tradicional corre-corre  me pareció ver al baboso Argimiro en casa.  Y eso era extraño.  Muy extraño porque por lo general él aparecía después de una tormenta, nunca antes o durante…
Salí del ático para verificar bien el asunto. Adela (como siempre), cerraba puertas y




ventanas pero esta vez estaba más afanosa que de costumbre. Jacinta (como siempre),
atizaba el fogón para verter toneladas de azúcar en un caldero y hacer melcochas.  Pero estaba más seria que nunca.  Hasta brava diría yo ¿Sería posible? ¿La dulce tía Jacinta enfadada? Jimena (como siempre), de un lado a otro con su cigarrillo en la boca colocado al revés.  Nunca entendí cómo no se quemaba la lengua.  Y así  mismo era capaz de proferir sus maldiciones.
Mamá (como siempre), rezaba y rezaba sus letanías que tenían eco
por toda la casa.  Pero parecía más vehemente que nunca en eso del perdón de los pecados…
Entonces fue cuando dejó de ocurrir lo de siempre y pude ver a la tía Adela entrar a su habitación acompañada del baboso Argimiro.  Por curioso me llevé un disgusto. Descubrí que la recta tía y el baboso Argimiro no eran más que perros en celo. ¡Qué vergüenza! Y luego tenían el descaro de pretender ser los artífices de mi educación.
Mi alma se partió en dos mitades perfectamente iguales.
¡Y tuve por años que soportar calladito los encajitos en los puños de la camisa y el cuello que me imponía Adela para ir a misa!
 A veces, la odiosa Jimena cuando se enfadaba conmigo me decía “Aguirre, coja camino y lárguese”. Por eso ella fue a la primera que mande al diablo anunciando mi partida.
Tras de patearle el trasero al baboso Argimiro,  decirle a Adela lo que se merecía, tomar algunos dulces de la aburridísima Jacinta y despedirme del atado de arrugas que era mi madre, me preparé para el viaje.
Desde Los Robles sólo podía llegar a Macarao pero para comenzar estaba bien. Ese sería mi destino.



Me embarqué rumbo a puerto dejando atrás el caserío de Los Robles.  Afortunadamente para mí, despedirme fue rápido y fácil pues pocas personas vivían en él…
Con la muñeca de cristal en las manos, cruce el mar.
¡Cuántas expectativas!
¡Finalmente conocería personas capaces de hacer tallas como mi muñeca! ¿Podría hablar de todo lo que aprendí en mis libros.  Y podría aprender aún más?
Llegamos a un destartalado muelle burbujeante de voces y  movimientos.  Me pareció folklórico… Nunca había escuchado tantos sonidos juntos.
Decenas de cuerpos multiformes iban y venían. Los había altos y bajos, gordos y flacos.  Todos llevaban prisa.
Hasta ese día yo ignoraba que además de pescado y verduras, se podía vender en un mismo lugar telas, estampitas, zapatos, velas, sellos, tinta, cabuya, kerosén y agua ardiente ¡Qué impresionante! 
Toda esa gama de experiencias nuevas se mostraban ante mí en su total esplendor.
Tal era la fantasía de este nuevo presente, que durante algún tiempo me olvidé totalmente de Los Robles.
Pero pronto pasé del asombro a la miseria ¡Cuánta gente y yo tan solo! Y lo peor era ver al baboso Argimiro en el rostro de cien personas.
Y decenas de Adelas pululaban como moscas hambrientas alrededor de una iglesia que olía a mercado.
Bertas y Jimenas también se cruzaban en mi camino por doquier, pero éstas no dejaban ni guisos, ni dulces, sólo abandono y enfermedades…



Los Robles olía a sal y a mar. Macarao olía a miseria humana, a sudor, a desgracia.
Si doloroso era el mundo que había dejado atrás, mucho más punzante e hiriente era este nuevo existir.
La soledad más brutal se estaba comiendo mis entrañas.
¿Con qué consolarme aquí, si los cangrejos parecen arañas salvajes y las gaviotas aves de rapiña disputándose un trozo de pescado descompuesto?
No había caracoles, ni conchas, ni papagayos, ni arena blanca, sólo enmohecidas tablas de leño flotando en aguas verdes…
Nunca conocí alguien que supiera sobre tallas de muñecas de cristal y –francamente- ya no me importaba.  El vidrio dejó de atraerme.  Se había opacado y enmohecido.  Tenía unas horribles manchas marrones.
No sé cómo ni por qué pero comencé a recordar todo lo que había perdido: Una dulce madre que podía besar con autentico cariño al tiempo que me decía “mi niño”.  Con cosquillas en la barriga pensaba en la recia y elegante Adela.  Pobre… envejeció cuidándome y educándome.
El padre Argimiro se hizo cura a juro. Su familia insistió  ¡Pero estaba tan enamorado de mi guapa tía Adela! ¿Y qué podía hacer la pobre si su amor era sacerdote y además debía cuidar de mí? 
Jimena protestaba y protestaba, pero de allí sacaba fuerzas para blanquear la ropa, cocinar y limpiar… La tía Jacinta se me figura que también a su modo amaba al pobre Argimiro. Por eso   le daban celos cuando los sabía juntos ¡Había finalmente comprendido que nunca entendí nada!


Mis hermanas se ocuparon siempre de vestirme con ropa hecha a la medida ¡Si vieran lo que  llevo hoy  puesto!
¡Cómo anhelo los dulces de doña Berta que ya no se me hacían excrementos de gaviota porque esos excrementos ya los conocí muy bien!...
¡Cómo añoro el palabrerío de Jimena! ¡Ella sí  que sabía hacerme reír!
¿Y por qué no volver? ¿Por qué no saborear de nuevo los guisos de Jimena sabrosamente sazonados con leyendas?
¿Por qué no revisar de nuevo en el ático en busca de las antiguas e interesantes fotos de papá?
¿Por qué no pedirle la bendición al pobre padre Argimiro,  mientras me disculpo por aquella golpiza que le diera antes de partir a Macarao? ¿Por qué no ver de nuevo el mar en su grandeza desde el ático?
¿Por qué no volver a recoger arena con el borde de mis pantalones?... Y contemplar aves marinas bañar de sombras mi cuerpo bajo el sol… Y escuchar los rezos de mamá y jugar a descifrar los misterios de Jimena…
En Macarao no viví, subsistí.  Vagué por años entre mujerzuelas y alcohol.  Sentí en mi propia sangre el significado de la pena.  Aquí fui tan etéreo como el viento y tan efímero como un grano de sal.
Nadie cosió jamás mis botones ni me planchó una camisa.  Nadie guisó para mí… Nadie me dio la bendición.  Pero allá en Los Robles sería distinto…
Es probable que en Los Robles hasta mí muñeca de Cristal vuelva a brillar pues seguramente la hacendosa Jimena sabrá cómo quitarle las manchas…



Heme aquí haciendo de nuevo una maleta.  Pero esta vez sin dulces ni ropa de encaje.
Y un viaje por mar terriblemente solitario.  Una travesía interminable ¿Qué más da?   Me espera una familia, un hogar, mi gente ¡Vale la pena el esfuerzo!
¿Dónde se van los pensamientos cuando ya no están en nuestras mentes?  ¿Dónde se van los recuerdos cuando ya no están en nuestro camino?... Llegué a Los Robles y me encuentro con que ya no hay casa. Quedó reducida a ventanas colgando de esquinas y muros de piedras desmoronados. Y donde una vez hubo iglesia ahora, triste y rota, una cruz en el piso ¿Y la plaza? ¡Matorrales! ¿Y el caserío? ¡Ruinas! … Un mendigo me pide comida  ¿No me reconoce?  ¡Cómo puedo pretender me reconozca si yo mismo no
me reconozco!
¿Dónde se fueron todos? … Ah claro, olvidé que han pasado 30 años…
Fui el último en nacer.  Y al parecer ahora seré el último de nuevo. ¡Qué final tan triste, mucho más triste que mi vida en Macarao!  Un final sencillo y tonto.
Esto me pasó por andar corriendo tras futuros y mañanas que siempre estuvieron en mi ayer.
¿Qué me queda?  Una talla de vidrio vieja,  fea y opaca ¡Qué el mar se ocupe de ella!
¡Tengo tantos recuerdos que la muñeca poco me importa! Adela era recia, alta y hermosa.  Jacinta era pequeña, tierna y hacendosa.  Jimena era habladora y muy trabajadora.  Mamá era una santa ancianita dulce y muy católica.  El padre Argimiro tenía el don de comprender las pasiones humanas…
Los Robles era mi hogar.  La iglesia, la playa, la plaza, el caserío  eran mi hogar.
El mar ruge furioso. Creo que habrá marejada.  Pero no hay leños que aseguren las


puertas y ventanas.  ¿De qué te sirve océano enfurecerte si nada puedes llevarte?  Las piedras quizás… ¿Podrías también llevarte mi alma?
Cometí el irreverente error de buscar  futuros donde sólo había vacío y me olvidé de los recuerdos que el presente forjaba. Ahora no tengo ni uno ni otro.
Una enorme ola rompe la muñeca contra las piedras  ¡Qué frágil es la vida!  Como la talla, sólo vidrios.
Vuelve de nuevo la ola a arremeter, pero se va arrepentida.  Ella entiende que no hay  nada más que romper.
¡Qué linda era mi vida en Los Robles!
Ruge el mar…


Aida Beccaria